3.- Mi primera clase - Alberto Gil - Yoga Tibetano y Meditación
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3.- Mi primera clase

3.- Mi primera clase

Por regla general siento decirte que la primera clase no suele ser el mejor día de los que vas asistir, sobre todo por los nervios, aunque muchas veces me encuentro con gente que se sorprende de que se mantuvieron centrados durante toda la clase. No creían que pudieran hacerlo por más de 5 minutos seguidos.

En líneas generales, cientos de pensamientos pasarán por tu cabeza, no te preocupes, es algo normal. Vivimos dualizados, nuestra mente está constantemente replanteandose que es lo correcto o lo que no lo es.

Estamos comparando y etiquetando nuestro entorno constantemente. Necesitamos recolocarlo en algún lugar, para de esa forma sentirnos seguros según nuestras experiencias pasadas y asi no vivir en la incertidumbre.

Si os digo que es normal, no quiere decir que sea lo ideal. Pero sin querer, voy a empezar a juzgarlo todo, si me gusta el local, el profesor, la música, nos juzgamos con el que está al lado, si lo hago mejor o peor que el. Me juzgo a mi mismo diciéndome lo negado que soy para el equilibrio, la coordinación, la flexibilidad. Y para rematarlo en la meditación, me pregunto a mi mismo que no se como se paran los pensamientos, con lo cual me confirma que esto es muy difícil, o directamente no es para mi.

¡Bienvenidos a la dualidad!, a partir de aquí reside uno de los principios del Yoga y de la vida en general.

El Yoga nos va enseñando a aprender a disfrutar de la atención plena, del momento a momento y desde ahí, aprender a gestionar, que cada momento de incertidumbre, es una oportunidad, porque cuando me siento inseguro me está mostrando todo aquello que tengo que mejorar en mi mismo.

No me gusta idealizar de que todo es maravilloso y perfecto.

El Yoga y la meditación es como la vida misma, hay días en los que todo fluye, y otros en el necesito mantener más atención para conseguir el mismo resultado.

Vivir en la incertidumbre es comprender que no podemos aceptar lo agradable y desechar lo desagradable, sino aprender a convivir en las dos. Una me da placer y satisfacción y la otra me ayuda a crecer y ser mejor cada día, o digámoslo de otra forma, me ofrece la oportunidad de conocer algún aspecto de mi personalidad o subconsciente que hasta ahora me pasaba desapercibido. Pero dejaremos los tecnicismos para más adelante.

Si idealizamos el yoga, la meditación, o la vida misma, es muy fácil que aparezca la exigencia al querer resultados concretos e inmediatos, la exigencia favorecería la frustración, ya que cuando exijo, estoy esperando un resultado, que a veces aparece y otras veces no. De ahí surje la impaciencia de querer ese resultado, y si me cuesta conseguirlo aparecerá la apatía y por último la pereza. ¿Resultado? Lo dejo porque el yoga no es para mi.

¿Cual es la actitud entonces?

La apertura y la entrega a lo nuevo, a lo desconocido, a dejarse sorprender, aprender poco a poco a vivir en la incertidumbre.

Me encanta cuando viene alguien nuevo a probar y nunca hizo Yoga. No tienen con quien compararme y de entrada su actitud es más abierta.

Entonces, ¿desde donde hacemos la apertura y la entrega?

Desde el instante presente. Mi maestro Javier Akerman, lo define perfectamente, espaciosidad de la mente. Con una mente abierta

y ¿cual es el ingrediente que le da sustancia a todo? La entrega de corazón, el amor que ponemos en las cosas o la pasión en todo lo que hagamos. A ser posible todas.

Si ponemos la responsabilidad en el profesor y este tiene que demostrarme lo que sabe, o yo ya lo sé todo y no me van a enseñar nada nuevo. Si vivo en la creencia de que no voy a cambiar ahora a mi edad, o esperar a que en una clase me tiene que quitar la ansiedad, cuando estuviste meses o años reforzando un mal hábito mental, emocional o de vida, por ahí no es el camino y te diría más, tendrás toda la razón, ya que será tu creencia la que te lo reafirme.

Si te sucede esto, hay un dicho que me encanta y se dice mucho entre los jugadores de Poker.

«Cuando en la mesa no reconozco al «primo» a quien quitarle el dinero, entonces el «primo» soy yo.»

Como iremos viendo poco a poco, la humildad sería como el traje de buceo «¡y la bombona, claro! que me hace descender a la profundidad de mi interior. Como en el descenso de Ulises al Hades, donde debía bajar a lo más profundo de si mismo entrando en lo desconocido enfrentándose a sus propios miedos.

¿Porque el yoga nos puede cambiar la vida?

Seguramente ya lo estás intuyendo, porque estamos hablando de valores no de creencias o idealizaciónes. Valores que os resultarán muy útiles para la vida diaria como el trabajo, la familia, las relaciones en pareja o en sociedad, las amistades, los estudios, proyectos y un largo etcetera.

Estamos hablando de reconocer y practicar la perseverancia, confianza, paciencia, disciplina, perdón, compasión, respeto, humildad y seguiríamos con el largo etcetera.

Recordad que la mejor inversión siempre es en uno mismo y esa inversión comienza al entrar por la puerta del aula.

Si respeto la clase y las personas que estamos dentro, incluido/a tu, te estarás dando un lugar en la vida

Aqui comienza el trabajo interior… haciéndote cargo de tu vida

Unas «grandes» recomendaciones en general para la práctica en clase.

  • No llegar tarde a clase. Cada minuto que uno llega tarde se multiplica por cada una de las personas que están esperando.
  • Mantener respeto durante la clase. Respeto no es seriedad y aburrimiento, se puede reír con respeto.
  • Dejar los móviles fuera o apagados.
  • No entrar con relojes. Generan impaciencia.
  • No hacer corrillos marginando a otras personas
  • Intentad hacer siempre lo máximo posible dentro de vuestras posibilidades
  • Transmitir alegría, que podéis ofrecer o dar.


Javier Akerman* Mi maestro actual, su nombre de Linaje Sangye Dorje, que ha sido el primer español en recibir la transmisión y empoderamiento como Maestro Vajra de Yoga Tibetano, de su maestro raíz Tulku Tsering y de otros maestros que integran los cuatro principales linajes del yoga tibetano original.



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